jueves, 31 de julio de 2008

Episodio 3. Un extraño encuentro.

Llevo en la aldea una semana y todavía estoy con misiones de reconocimiento. La verdad es que ya estoy algo cansado. Espero que la jefa del pueblo se de cuenta de que ya conozco lo suficiente la montaña como para enfrentarme a amenazas mayores. Aunque la aventura de hoy ha tenido poco de tranquila.
Esta mañana, mi misión era conseguir algunas lenguas de Popo. Los comerciantes pagan bastante por estas, que son un rico majar si se sabe cocinar bien. He salido para cazar algunos rápidamente. Son animales inofensivos, que huyen cuando notan peligro, de modo que esta caza tampoco me suponía ningún problema. De todos modos algo me resultó muy extraño. Los Popos no estaban en la falda de la montaña como suele ser normal en ellos. Inicié el ascenso por una de las paredes rocosas ayudándome de unas hiedras. Al llegar arriba he visto a la manada muy junta. Están inmóviles, como aterrados.
Me he acercado sigilosamente ha uno de ellos y le he asestado un golpe en la yugular, matándolo al instante. El resto no ha salido corriendo, lo que aun ha aumentado mi extrañeza. He empezado a cortar la lengua, y de paso he cogido algo de cuero y carne para la cena.
De pronto, mientras cortaba, he sentido una presencia extraña. He notado que algo se movía en la cima de la montaña, pero cuando he mirado no había nada. Después he matado a algunos popos más, y el resto seguía inmovil. Todo me ha resultado bastante extraño.
De pronto, cuando he recogido el último de los trozos de carne, he sentido un fuerte rugido a mi espalda que me ha hecho caer de bruces. Al girarme, el corazón se me ha encogido. Un dragón tan grande como la cima de la montaña estaba parado delante de mi, mirándome. Con una de sus patas agarraba los restos del popo que yo estaba deshoyando. Parecía como si esperara algo. Al intentar sacar mi espada, ha gritado de nuevo. Esta vez los popos si que han huido despavoridos, y he de confesar que yo estaba totalmente aterrado. De pronto ha abierto sus fauces y se ha abalanzado sobre mi. Creía que era mi final, que mi aventura había acabado aquí...
Pero entonces el monstruo agarro únicamente la bolsa que contenía los pedazos de carne que estaba cortando de los popos, y con otro fuerte rugido, voló de un salto.
Yo seguí en el suelo aun un buen rato. No podía creer que siguiera con vida.
Cuando volví al pueblo le conté a la jefa lo ocurrido. Ella pareció alarmarse en un primer momento, pero luego lo intento disimular. Si lo sabía, no me contó nada al respecto del extraño monstruo. Solo me dijo que volviera a casa y descansara, que ya era suficiente por hoy. Todo esto es muy extraño...

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